Es como si fuera una conspiración extraña del universo, que parece quererme tener en mi ciudad natal constantemente, ¿es una visión de túnel creer que cada que salgo de aquí alguien muere o algo pasa?,
entonces inicia.
23 horas de vuelo, enorme Jet lag y meditar. Llegar bien envalentonada y en el tono de "nada pasa".
Meditar sobre un encuentro fallido y las consecuencias de que yo vuelva y las cosas inminentes al cambio y lo que a la vez, no puedo cambiar.
Dice Héctor Aguilar Camín que una novela se escribe de cuartilla por día para no acabártela pronto y terminarla en un año y yo digo que podríamos llenar cuartillas enteras de novelas anuales, de solo sentarnos a escuchar las historias que corren por las bancas de los jardines de cualquier hospital.
"No te voy a dejar pasar si no me muestras el pase de tu enfermo", "credenciales a la vista de favor", y esa es la bienvenida al parque de diversiones de lo inesperado, con tu pase anual llamado derecho habiente.
Mantas, bolsas de mandado con comida, almohadas, sudaderas, cargadores, cables para celular, sopas le de letras y miles de formas de pasar el rato en aquella sala con lamparas fluorescentes de luz fría de tercera, de típica de áreas de trabajo, que se apagan por escasas 4 horas en la noche. Mientras mas va pasando la madrugada el frío arrecia y entiendes lo de las mantas y las chamarras infladas.
Es el servicio del pueblo, pero en el jardín tiene una tienda de abarrotes de una cadena famosa, así como una cafetería renombrada, nadie que le haga guardia a su enfermo espera comprar ahí, no alcanza para esas cosas y sale mas barato traer lo necesario de casa.
El de al lado es tu hermano mientas completas tu estancia en ese lugar, te pregunta por el tuyo y tu preguntas por el suyo, se respira resignación ante el turno y a la vez empatía, pues el prójimo también tiene que velar, también esta cansado, también esta triste, también esta frustrado y "primero Dios" es lo mas escuchas.
Los policías son variados, hay quienes tienen un ápice de paciencia y hay quienes forman parte de la morgue de aquel sitio.
Familias se concurren juntas en el jardín y se abrazan entre lagrimas y ya imaginas que hay uno menos aquí y uno mas en el mas allá.
Te sientes solo pero inevitablemente acompañado ante la expectativa de cualquier noticia del tuyo o de tu vecino de silla.
Y entonces pasa. Pasa que te dejan subir y los elevadores son un caos, y quien es valiente decide tomar las fastuosas escaleras que parecen nunca terminar.
Y llegas al piso indicado y todo mundo pregunta de todo porque nadie te dice como y ahí vas medio arreglándote ante el nervio de lo que estas por ver.
Y en muchos casos tienes 30 minutos para ver a tu enfermo y otros tienen todo el día, pero muchos mas tienen solo 15 minutos.
Entonces entras y vez al tuyo entubado, con la cara pálida y demacrada, con la barba larga, tiene las manos heladas, el cuerpo se le nota mas delgado, las piernas vendadas y la maquina a la que esta conectado sonando de forma dolorosa. Y es cuando te preguntas como carajos es que llego ahí si hacía un mes te había dejado en el aeropuerto. Y la vida es una irreverente que hace con uno lo que quiere.
Entonces ves como los demás visitantes ya saben hacer lo suyo con los suyos; les dan masaje, les ponen crema, los acarician, les dan palabras de aliento, los alimentan, les mueven el cuerpo oxidado por el tiempo y por el mal de cama, los arropan. Y entonces si eres retraído dices muy poco y los demás te dicen "háblale, esta dormido pero si te escucha", y cuando estas apunto de intentar decirle lo que crees conveniente, llega un alguien que te dice, como cuando partes la piñata, que tu tiempo se acabo y sin mas te despides.
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