X I P E T Ó T E C
martes, 10 de agosto de 2021
319
Fuerte y claro
(La primera vez que me enoje con dios o sentí un milagro)
Valeria estaba en la otra cama de esa
habitación. Le habían quitado un seno y los brotes de su cabello indicaban que
ya había estado en quimioterapias.
¿Dónde está tu tutor? Me decían agitados los internos, mi mamá había estado 3 días sin dormir y necesitaba un cambio de guardia con alguien más para dormir.
Te tenemos que volver a operar, yo solo
sabía que no podía dejar de vomitar y que mi pecho se estaba poniendo morado.
Le pedí al güero, un interno que me
visitaba mucho, si me prestaba su celular, y de milagro me acorde del número de
mi mamá, ante un breve silencio le dije que necesitaba que volviera que me
tenían que volver a operar.
Leí los documentos, como si te dieran a
firmar un contrato en el cual te dicen que calma, que las posibilidades de
morir son altas pero te preguntan incisivamente si estas de acuerdo.
Mamá llego agitada en lo que empezaban a mover mi cama, nos vimos en un instante de silencio, su vida y la mía, siempre juntas, siempre todo, ahora cada quien a esperar desde su esquina. Me tomo con sus manos la mías, me pregunto que podía hacer algo, le dije ante mi enorme miedo como si del instinto me saliera: “Ma: reza por favor, pídele a Dios por mí”. Mi camilla paso al lado de Valeria y me despedí, me vio con preocupación y pena.
No sé quién es Dios, he ido a su casa cuando quiero silencio y cuando deseo sentir cerca a la abuela Lichita. No se si ella me ayudo, no se si existe alguien/algo mas allá, pero sé que mi mamá tiene una luz infinita. Sé que yo estaba rodeada la luz y los pensamientos de muchos. No sé quién es Dios, pero sé que mamá y otros pidieron fuerte y claro.
Volver a comenzar
Paola y yo volteamos a vernos después de esa llamada, recientemente el ferry que nos traía a Turku había terminado el descenso y ya hacíamos en la sala de espera de aquella fría terminal. Mi familia no supo explicarme, pero al parecer mi papá tenía un infarto cerebral. Yo no entendía nada, hace algunos días habíamos platicado, hace algunos días había sido su cumpleaños, ¿Cómo es que el mundo había decidido eso? ¿Cómo es que yo iba a poder regresar a México?
Entonces, una vez que llegamos al Airbnb hicimos mil llamadas para mil tramites. De las primeras cosas que hice fue llamar a mi mamá. Ella insistía que no volviera. En retrospectiva, tal vez debí de haberle hecho caso, pero esa necesidad intrínseca de hacer lo correcto, incluso de salvar a los demás y dejarme de lado, me llamo.
Al llevar a Helsinki fui a la iglesia de Tapiola. El espacio mas silencioso del universo, la arquitectura mas digna ya hacía en medio de los bosques de Finlandia. Necesitaba silencio, algo en mi que siempre había tenido como una semilla, empezó a crecer; perdí la paciencia, perdí la calma, no podía dormir, sentía un vacío en mí, que en realidad era un conjunto de millones de pensamientos, sentía la demora y la distancia. En mi nació algo que después me dijeron que se llama trastorno de ansiedad y depresión.
El conteo regresivo de mis días al lado de Paola y Europa, empezaron. Después la fecha de partir llego como todo, inevitable.
En el aeropuerto de Helsinki, Paola me beso y me abrazo. Me dijo que todo estaría bien, sabíamos que eran palabras de aliento solamente, porque no teníamos certeza de nada, aunque a diferencia de todo lo que habíamos vivido, esto se sentía extraño.
No la deje volver conmigo. Inicialmente ella había planeado Europa y pensé que había que
respetar los sueños ajenos y dejar que florezcan. Reprimí todo lo que sentía en esos instantes y me enfoque en decirle que nos veríamos
pronto. En ese momento de verdad sentí que estábamos terminando y no entendía
porque nos sentíamos como si nuestro tiempo y nuestros sueños compartidos se hubieran esfumado. Lloramos sin decir nada y en medio ese gran desasosiego; nos sentíamos tan lejos, tan rotas, desoladas.
Hice una escala, en medio de la pausa y Ámsterdam, mientras comía McDonalds en el piso pensé en comprar un boleto al fin del mundo y no volver, ¿Por qué siempre tengo que asumir la responsabilidad de los demás? ¿Cómo es que no he podido ser una persona de mi edad con procesos afines a mí?, el universo tiene elecciones misteriosas.
El tiempo se me terminó y no me decidí, era muy cobarde para elegirme a mi como primera opción. Monte aquel avión y entre tantas millas por recorrer al menos me regalo 7 horas
de polo norte. Ojalá el avión hubiera caído ahí, ojalá nos hubiéramos vuelto
blancos y después desaparecer.
Después de eso, fue el inmenso mar, el sol en
contrapuesto infinito, todo infinito como lo que tiene la vida para
nosotros.
El túnel de la aduana fue el ultimo momento de calma que tuve de esa vieja vida. Llegué, la mamá de Paola y su hermano, me recogieron, me llevaron al hospital a ver a mi papá.
Estaba a punto de terminar la última visita, me encontré con la pareja de mi papá, subimos. No estaba lista, me cuesta mucho trabajo lidiar con la celeridad de la vida, que no se siente natural.
Entre a la habitación, seis camillas, seres descansando sobre de ellas, en otra realidad. Su camilla, pegada de lado derecho al muro que estaba cerca de la puerta, el en ella lleno de tubos, inconsciente, vulnerable. Mi papá jamás se había visto tan real, ajeno al control, ajeno a poder hacer algo al respecto, como un ser humano común. Pensaba con impresión en ese hecho y de forma súbita me dijeron "háblale".
¿Aja?,¿Qué digo?, ¿Hola?, la última vez que nos vimos peleamos en el aeropuerto y te dije que me dejaras ser un adulto y me dejaras tomar mis decisiones. Ahora es como una burla del infinito que dice “Ahí está, pues, toma tus decisiones”. No le dije nada, afortunadamente llegaron las enfermeras y nos corrieron.
No se Daniel, tú sabes. El trabajo, tu familia, todos, todos comenzaron las preguntas hacia lo que sabía, ¿Cómo funciona la empresa? porque tu tienes que hacerte cargo, ¿Cómo se hará para proseguir?, yo tenía la misma duda existencial.
Maldito el momento en el cual decidiste
confiar tanto en mi como para que los demás creyeran que podía reemplazarte.
Y lo vi venir. Los intereses en común que todos tenían hacia tus bienes, en especial tu mujer, imprudente, inmadura, arrojada, tan pronto llegamos a la casa en vez de preguntarme si estaba bien o como me había ido en el vuelo, me atajo con un "¿tienes algo que decirme?", del otro extremo de la sala, ¿decirte de que?, ojalá todo hubiera desaparecido en ese instante.
La dinámica del dinero se volvió un tema, ella comenzó con una pequeña petición que termino como una obligación cínica: ¿Me puedes dar para pagar los servicios del departamento de Cuernavaca?, Necesito dinero para mis nietos como con $20,000.00 estarían bien. Y la única verdad es que eras el cajero automático de todos.
Entonces me deje de lado, si es que en algún plano me tenía considerada. Entre la empresa, entre cuidarme la espalda de tu esposa, entre aprender cosas que no tenia contempladas de ser tu, entre los demás, entre tus secretos, me deje, todos opinaban, nadie tenía la capacidad de presentarse a ayudarme a solucionarlo.
Me hablo una de tus medias hermanas. En una noche en la que estaba viendo el techo de mi habitación y esa casa ya empezaba a oler a vacío. En vez de confortarme tuve que convencerla de que estarías bien y que todo estaría bien, se resumió a decirme “Ay hija que gusto me da saber que te sientes así de bien, me dejas mas tranquila”. La cobardía. Tu y yo nos parecíamos muchísimo y es que nosotros podíamos cargar con el mundo entero y fingir que nada pasaba para que los demás estuvieran bien.
Entonces empezaron los cuestionamientos de tu esposa: ¿Por qué no pagas tú la despensa?, los gastos de la casa, la gasolina, la dinámica que tu y yo teníamos. Me di cuenta que como siempre, habías omitido muchas cosas, muchos temas.
Ella se quedo con tu celular y se lo pedí porque necesitaba organizar todo lo del trabajo y porque estaba casi segura que tus secretos iban a empezar a brotar uno a uno. Y si; generalmente quien busca encuentra. Me preguntó si sabía que tú le eras infiel, que astucia de mujer, cínicamente y con regocijo me voltee a decirle que, si mi mamá había terminado contigo y si todas las demás también lo habían hecho era justo por eso, que en realidad no sabía porque le sorprendía.
Y entonces como si las situaciones no fuesen suficiente me entere sobre mi enfermedad. El único que día que me sentí en calma fue cuando me lo notificaron; Camine por Ciudad universitaria. De pronto todos querían apoyar, pero mucho de ello eran palabras pues no lo hacían. Quien lo ayudó no aviso, solo lo hizo.
De las cosas mas doloras es que sabía de cierta forma que esa casa ya no volvería a ser igual, me despedí de mi habitación, y me protegí, cambie la chapa de mi puerta, saque todos nuestros documentos importantes, lleve a Gala a un lugar seguro y cerré ese sitio porque sabía que estaba próxima a no volver mas, algo te dice lo que está por pasar.
Recuperándome tu hermana me marco otra vez. Platicamos, me pregunto cómo estaba y fue directa; después de nuestras diferencias de hacía muchos años atrás, quizá creyó que no habría otro momento para confrontarme y me dijo que lamentaba mucho todo eso pero que no podía seguir platicando conmigo porque aún no había perdonado nuestras diferencias. En realidad, todos ellos son unos cobardes.
Recuperándome quise volver, pero las chapas estaban cambiadas. Le marque a mi tía Mónica y la indiferencia fue abismal “pues no se hija, no sé qué problema haya”.
Cuando inicie el proceso legal para recuperar mis cosas, todos creyeron que mi mamá me había incitado, que egocentrismo pensar que todo se trataba sobre el divorcio de ustedes y el rencor que mi mamá podría tener hacia ti, que ganas de subestimar la firmeza de mis decisiones. Una vez definidas todas las posturas, basadas en rumores y mentiras, solo quería mis cosas y terminar con eso.
Un día muchos meses antes de tu boda, me dijiste que yo era tu hija y que no tenía por qué cuidarte, que por eso te casabas, porque necesitabas que alguien te cuidara hasta el final.
Y cuando me enteré que yo estaba enferma,
te tome la palabra, no tendría que hacer algo que tu nunca hiciste por mí, lo
sabía y lo sabias.
Entonces cuando todo llego al punto mas alto, hubo un careo en el que pude
entrar a la casa. No había nada mío. Habían muebles, algunas cajas, cuadros, sillas pero lo curioso es que no había ni una sola foto mía, solo una bolsa con ropa y mis
libros. “Se robaron todo” ella decía. Nunca he conocido a un ladrón que tenga
afición por robarse marcos con fotografías.
Mi psicóloga dijo que tu esposa quiso
despersonificarme, pero, aunque yo desapareciera de este universo, nada cambiaría el hecho de que soy
tu hija.
Dice Café Tacuba: ¿Cuántas cosas más puedo guardar? ¿Cuántas cosas puedo atesorar? (...) ¿Cuánto espacio más quiero ocupar? ¿Cuántas cosas me puedo llevar? dulce tentación de dejarlo todo, dulce tentación regalarlo todo.
Dan lo mismo las cosas, todos nos vamos
a morir. Atesoramos bienes como si fuesen a irse al infinito con nosotros. Nada nos pertenece, ni si quiera nuestra vida, porque no sabemos a qué
hora nos llegara el fin.
.
. .
Llevaba un año viviendo con Paola, en
plena contingencia y fin del mundo.
Tiempos distintos momentos distantes; Ya llevábamos un rato silenciosa y pacíficamente mal. Me molestaba que no se levantara a tiempo, que no ordenara conmigo la casa, que no me dejara descansar los fines de semana, que no fuera responsable; que no se atendiera su ansiedad, que no quisiera volver al psicólogo, que no fuera suficiente todo.
El inicio del fin comenzó cuando cambiamos; ella cambio a un mejor trabajo, yo cambie el hacer por los demás lo que quería hacer por mi, encontré lo que deseaba hacer de mi vida y no planeaba dejarlo por mas difícil que fuera, por mas que tuviera que iniciar económicamente desde cero y por mas que los demás no estuvieran de acuerdo.
De pronto ya no fue como cuando iniciábamos esa relación. Las circunstancias habían girado al revés, ya no valía porque ya no tenía una vida estable como cuando nos conocimos; en las relaciones como en todo, el dinero si importa, el sexo si importa, el encierro si importa. Las cosas que no se dicen también importan.
Ante el tiempo y la carencia, la distancia se acentúo; El cambio fue abrupto. La tuve que acorralar en el baño para preguntarle que era lo que pasaba, ya lo sabía pero quería escucharlo de ella. Le pregunte si estaba segura de estar conmigo y me dijo “no sé”. Solo le di las gracias porque sabía que lo que se avecinaba seria implacable.
Entre ver cómo nos acomodábamos con el tiempo del departamento, yo sin donde ir y ella yendo y viniendo de la lejana casa de sus papás. Ella no cedió el espació del departamento, le interesaba estar todas las mañanas ahí.
Entonces así, ella estaba ahí por las mañanas y yo solo ocupaba el departamento para dormir. Me iba por los días a trabajar a casa de mi abuela, me sentía abrigada, sentía que dentro de todo lo que no tenía, al menos ahí había algo. Desde que dejamos de congeniar había pensado en mudarme, no soporto ser judío errante y es que muchos años de mi vida lo fui. Para seguir se necesita un espacio, un lugar.
Un día me cansé. Ante el silencio, lo decidí, tenía que leer sus redes sociales. Si ella no decía nada, si solo había mentiras, quería que saber que pasaba.
Y entonces lo encontré; mientras yo no estaba en la casa, ella tenía sexting con aquella chica, videollamadas sexuales, nada de home office.
Me sobrepasó. El engaño no me implicaba una traición, sentía una rara calma al saber que ella estaba enamorada. Paradójicamente hablar mal de mi fue el verdadero problema, ¿Cómo podría confiar si mi mejor amiga, mi novia y mi familia no me decía lo que pensaba, pero vendía su perspectiva de su vida basada en la mía por Instagram?, los escritos ahondaban sobre lo estática que soy, sobre como llevo mis procesos, sobre lo poco que he cambiado, que no he crecido y es que yo ya no era la novedad.
Aquellos párrafos que decían que ella
arreglo todo el tema de mi enfermedad y que ella fue la que estuvo ahí.
Después de mi primera biopsia le dije que podía irse, que sabía que eso sería difícil, que podía pasar que la enfermedad volviera otra vez. Dijo que no, que se quedaba, pero siempre tenemos opción.
"Daniela no sabe lo que quiere y no está haciendo nada por ella misma", "estamos remando en diferentes direcciones". Cuando dije basta, fue en "no entiendo si la vida le dio una segunda oportunidad como es que la está desperdiciando".
El mundo es increíble espectador de las carreras ajenas, pero no saben cómo duelen los músculos, como el esfuerzo de cada zancada te diezma, todo lo que cuesta recorrer metro con metro, todo el trabajo que cansa estar día con día.
Y vinieron varios procesos. Otra vez perdí una familia, ¿o ellos me habrán perdido?
Varios días después era viernes, era 29 de enero y estaba empacando la mudanza para volver a comenzar. Antes de dormir por última vez en ese departamento lo pensé; El claro del polo norte, ojalá el avión hubiera caído ahí, ojalá nos hubiéramos vuelto blancos y después desaparecer.
Al ver por ultima vez todo eso que construimos a contracorriente, pensé con mayor certeza; Paola y yo terminamos en el aeropuerto de Helsinki.
De Presencia a zozobra
(La primera vez que me sentí perdida)
Estaba en la formación, lista para avanzar hacía el salón, la maestra Paty se me acerco y me dijo que lo sentía mucho.
Mi abuelo partió un día después de
cinco años fatídicos de cuidados, mi mamá y mis tías dejaron medía alma
cuidándolo y los hombres aportaban económicamente o con su ausencia.
Mamá caminaba con carriola, Aaron
en ella, mochila de Daniela en hombros y bolsas de mandado camino con mi
abuelo.
Tenían que cambiarlo, asearlo,
darle de comer. Dejo de ser el hombre duro y se convirtió en un niño.
Probablemente es como la llegada de
sol, brilla con reservas en sus primeros halos, a lo largo del día va tomando
fuerza, para finalmente ahogarse en lo rojo del horizonte y culminar en tímidos
resplandores de un amarillo pálido, azulado.
Así bien, creo que ver el ocaso de
quien te dio la vida y verlo ser parte del tiempo es una experiencia
complicada.
Mamá vació sus atenciones cada
lunes y viernes en él. Muchas veces se le buscaba puesto que mis tías no sabían
cómo hacer ciertas cosas, mamá siempre ha tenido un don de ayudar y que al
final considero que es un tanto una maldición puesto que dejas una parte tuya
ahí.
Así que cuando Enrique partió a
otro sitio mi mamá se perdió en alguna parte. Es como en los libros de Haruki
Murakami, donde habla del mundo de aquí y del de allá, y en ambos tenemos un
homónimo.
Probablemente mamá se fue de
vacaciones a allá y yo me quede aquí.
Dejo de maquillarse, se cortó el
cabello, dejo de tener su estilo de vestimenta, dejo de importarle si su sala
estaba ordenada, si la comida estaba a tiempo y si Daniela hacía o no la tarea,
si cumplía, si estudiaba.
Después de años de tener su aliento
en mi nuca a cada instante, después de la perfección, de los constantes dieces,
de las boletas pulcras, de sus constantes reprimendas, su ausencia fue
desconcierto, fue intentarlo a solas, fue aprender a resolverlo, fue un camino
sin mapa.
Sal de la tierra
(Descripción de una foto)
Sebastiao Salgado, un fotoperiodista documental de conflictos al rededor del mundo, capto la imagen de un niño de alrededor de 8 años, solo sin familia, con una guitarra en la mano, descubierto de la parte inferior de su cuerpo y en compañía de su perro.
La sequía había llevado a gran
parte de ese pueblo, así ciertos grupos de apoyo llevaron a los restantes a las
orillas del Nilo azul. Había agua, pero no comida. Y la historia volvió a
comenzar.
Esta foto al igual que la anterior
son mis constantes recordatorias.
El niño con vista hacia el
horizonte, reiniciando una vez más, con determinación, con lo que tiene, con lo
que hay, porque sabe a dónde va, sin nada que perder.
Rojo
La ducha lista, el agua caliente evaporándose y cayendo gota tras gota, tras la gran ventana de aquel baño de filtraba el halo de luz que bañaba cálidamente esa habitación.
Aquel fin de semana mi prima Vero
me hacía compañía y solía sentarse en la tapa de la taza del escusado para
platicar conmigo mientras me bañaba.
Como suele suceder me dieron ganas
de hacer pipí y de un momento a otro el pánico me invadió; de mi entrepierna emergió
liquido rojo y la primera idea que llego a mi cabeza fue “no, no ahora, es muy
pronto”.
Mamá siempre abierta, siempre
informada, había tenido esa platica conmigo, nos había reunido a mis primas y a
mí en el baño y nos había enseñado como sirve una toalla sanitaria y como se
pone, que es un tampón y como colocarlo, que hacer en esos casos, como actuar.
Le dije a Vero lo que pasaba con lágrimas
en los ojos, ella siempre fuerte y protectora, tomo la toalla y metió su brazo
a la regadera para cerrar la llave y me ayudo a taparme, me dijo que todo
estaría bien y que no me preocupara.
Mamá llego unos minutos después de
unas compras y le contamos lo sucedido, me explico que la menstruación no viene
precisamente de la uretra que probablemente la coloración se debía a haber
comido betabel.
Respire con alivió. No estaba lista
para crecer y ser algo más que no fuera yo.
El Pastel
(Historia sobre una foto)
Apresurada, paso a la Esperanza a comprar un pastel para él.
Su cumpleaños es muy cercano al mío, hace mucho tiempo que no nos vemos, aunque hablamos todos los días.
Ha pasado mucho tiempo después de nuestros cumpleaños, pero aun yo no podía salir.
El no ha visto cuanto he cambiado y tampoco yo lo he visto a él, mientras me operaban, para ya no había remedio ni tratamiento, él dice que ni modo hay que volver a comenzar, me escribió mensajes antes de la operación, diciéndome que íbamos a estar bien, y si es con él, en cualquier universo voy a estar bien.
El es mi 2%, el es la esperanza cuando uno ya está caminando hacía Mictlán, a veces creo que no se fue porque no tiene perro que lo guíe o tal vez porque es una luz muy brillosa y tal vez allá aún hay suficiente luz.
Atravieso toda la ciudad, para llegar a su casa, vive hasta donde da vuelta el viento, pero no hay de otra, recorrería todos los km del universo por él.
Subo las escaleras y el me espera en el último piso, respiro profundo porque no sé qué hay más allá, pero qué más da. Me asomo, lo observo, lo veo nuevo, pero sigue siendo el. Nos abrazamos y no ha pasado nada, somos lo mismo y todo esta bien.
Nos reímos, platicamos, decimos las mismas idioteces de siempre, nos burlamos de la vida porque no ha logrado salirse con la suya y aunque el no sabe bailar, lo bailado nadie nos lo quita.
Su mamá sube con el pastel y descubrimos que tiene lunetas adentro, llevo mi cámara instantánea y le tomo una foto con sus papás, se las regalo.
Tomo de inmediato otra justo cuando el, siempre terco, siempre firme, siempre hábil, toma con sus muñones el cuchillo y parte ese pastel. 29 años en este planeta, y el primero después de regresar de aquella tormenta.
Sonríe, esta feliz de verme y yo soy la mas dichosa de volverlo a ver. Es mi mejor amigo, es mi hermano, es mi barbón, mi bebé, es mi Oscar.