martes, 10 de agosto de 2021
319
Fuerte y claro
(La primera vez que me enoje con dios o sentí un milagro)
Valeria estaba en la otra cama de esa
habitación. Le habían quitado un seno y los brotes de su cabello indicaban que
ya había estado en quimioterapias.
¿Dónde está tu tutor? Me decían agitados los internos, mi mamá había estado 3 días sin dormir y necesitaba un cambio de guardia con alguien más para dormir.
Te tenemos que volver a operar, yo solo
sabía que no podía dejar de vomitar y que mi pecho se estaba poniendo morado.
Le pedí al güero, un interno que me
visitaba mucho, si me prestaba su celular, y de milagro me acorde del número de
mi mamá, ante un breve silencio le dije que necesitaba que volviera que me
tenían que volver a operar.
Leí los documentos, como si te dieran a
firmar un contrato en el cual te dicen que calma, que las posibilidades de
morir son altas pero te preguntan incisivamente si estas de acuerdo.
Mamá llego agitada en lo que empezaban a mover mi cama, nos vimos en un instante de silencio, su vida y la mía, siempre juntas, siempre todo, ahora cada quien a esperar desde su esquina. Me tomo con sus manos la mías, me pregunto que podía hacer algo, le dije ante mi enorme miedo como si del instinto me saliera: “Ma: reza por favor, pídele a Dios por mí”. Mi camilla paso al lado de Valeria y me despedí, me vio con preocupación y pena.
No sé quién es Dios, he ido a su casa cuando quiero silencio y cuando deseo sentir cerca a la abuela Lichita. No se si ella me ayudo, no se si existe alguien/algo mas allá, pero sé que mi mamá tiene una luz infinita. Sé que yo estaba rodeada la luz y los pensamientos de muchos. No sé quién es Dios, pero sé que mamá y otros pidieron fuerte y claro.
Volver a comenzar
Paola y yo volteamos a vernos después de esa llamada, recientemente el ferry que nos traía a Turku había terminado el descenso y ya hacíamos en la sala de espera de aquella fría terminal. Mi familia no supo explicarme, pero al parecer mi papá tenía un infarto cerebral. Yo no entendía nada, hace algunos días habíamos platicado, hace algunos días había sido su cumpleaños, ¿Cómo es que el mundo había decidido eso? ¿Cómo es que yo iba a poder regresar a México?
Entonces, una vez que llegamos al Airbnb hicimos mil llamadas para mil tramites. De las primeras cosas que hice fue llamar a mi mamá. Ella insistía que no volviera. En retrospectiva, tal vez debí de haberle hecho caso, pero esa necesidad intrínseca de hacer lo correcto, incluso de salvar a los demás y dejarme de lado, me llamo.
Al llevar a Helsinki fui a la iglesia de Tapiola. El espacio mas silencioso del universo, la arquitectura mas digna ya hacía en medio de los bosques de Finlandia. Necesitaba silencio, algo en mi que siempre había tenido como una semilla, empezó a crecer; perdí la paciencia, perdí la calma, no podía dormir, sentía un vacío en mí, que en realidad era un conjunto de millones de pensamientos, sentía la demora y la distancia. En mi nació algo que después me dijeron que se llama trastorno de ansiedad y depresión.
El conteo regresivo de mis días al lado de Paola y Europa, empezaron. Después la fecha de partir llego como todo, inevitable.
En el aeropuerto de Helsinki, Paola me beso y me abrazo. Me dijo que todo estaría bien, sabíamos que eran palabras de aliento solamente, porque no teníamos certeza de nada, aunque a diferencia de todo lo que habíamos vivido, esto se sentía extraño.
No la deje volver conmigo. Inicialmente ella había planeado Europa y pensé que había que
respetar los sueños ajenos y dejar que florezcan. Reprimí todo lo que sentía en esos instantes y me enfoque en decirle que nos veríamos
pronto. En ese momento de verdad sentí que estábamos terminando y no entendía
porque nos sentíamos como si nuestro tiempo y nuestros sueños compartidos se hubieran esfumado. Lloramos sin decir nada y en medio ese gran desasosiego; nos sentíamos tan lejos, tan rotas, desoladas.
Hice una escala, en medio de la pausa y Ámsterdam, mientras comía McDonalds en el piso pensé en comprar un boleto al fin del mundo y no volver, ¿Por qué siempre tengo que asumir la responsabilidad de los demás? ¿Cómo es que no he podido ser una persona de mi edad con procesos afines a mí?, el universo tiene elecciones misteriosas.
El tiempo se me terminó y no me decidí, era muy cobarde para elegirme a mi como primera opción. Monte aquel avión y entre tantas millas por recorrer al menos me regalo 7 horas
de polo norte. Ojalá el avión hubiera caído ahí, ojalá nos hubiéramos vuelto
blancos y después desaparecer.
Después de eso, fue el inmenso mar, el sol en
contrapuesto infinito, todo infinito como lo que tiene la vida para
nosotros.
El túnel de la aduana fue el ultimo momento de calma que tuve de esa vieja vida. Llegué, la mamá de Paola y su hermano, me recogieron, me llevaron al hospital a ver a mi papá.
Estaba a punto de terminar la última visita, me encontré con la pareja de mi papá, subimos. No estaba lista, me cuesta mucho trabajo lidiar con la celeridad de la vida, que no se siente natural.
Entre a la habitación, seis camillas, seres descansando sobre de ellas, en otra realidad. Su camilla, pegada de lado derecho al muro que estaba cerca de la puerta, el en ella lleno de tubos, inconsciente, vulnerable. Mi papá jamás se había visto tan real, ajeno al control, ajeno a poder hacer algo al respecto, como un ser humano común. Pensaba con impresión en ese hecho y de forma súbita me dijeron "háblale".
¿Aja?,¿Qué digo?, ¿Hola?, la última vez que nos vimos peleamos en el aeropuerto y te dije que me dejaras ser un adulto y me dejaras tomar mis decisiones. Ahora es como una burla del infinito que dice “Ahí está, pues, toma tus decisiones”. No le dije nada, afortunadamente llegaron las enfermeras y nos corrieron.
No se Daniel, tú sabes. El trabajo, tu familia, todos, todos comenzaron las preguntas hacia lo que sabía, ¿Cómo funciona la empresa? porque tu tienes que hacerte cargo, ¿Cómo se hará para proseguir?, yo tenía la misma duda existencial.
Maldito el momento en el cual decidiste
confiar tanto en mi como para que los demás creyeran que podía reemplazarte.
Y lo vi venir. Los intereses en común que todos tenían hacia tus bienes, en especial tu mujer, imprudente, inmadura, arrojada, tan pronto llegamos a la casa en vez de preguntarme si estaba bien o como me había ido en el vuelo, me atajo con un "¿tienes algo que decirme?", del otro extremo de la sala, ¿decirte de que?, ojalá todo hubiera desaparecido en ese instante.
La dinámica del dinero se volvió un tema, ella comenzó con una pequeña petición que termino como una obligación cínica: ¿Me puedes dar para pagar los servicios del departamento de Cuernavaca?, Necesito dinero para mis nietos como con $20,000.00 estarían bien. Y la única verdad es que eras el cajero automático de todos.
Entonces me deje de lado, si es que en algún plano me tenía considerada. Entre la empresa, entre cuidarme la espalda de tu esposa, entre aprender cosas que no tenia contempladas de ser tu, entre los demás, entre tus secretos, me deje, todos opinaban, nadie tenía la capacidad de presentarse a ayudarme a solucionarlo.
Me hablo una de tus medias hermanas. En una noche en la que estaba viendo el techo de mi habitación y esa casa ya empezaba a oler a vacío. En vez de confortarme tuve que convencerla de que estarías bien y que todo estaría bien, se resumió a decirme “Ay hija que gusto me da saber que te sientes así de bien, me dejas mas tranquila”. La cobardía. Tu y yo nos parecíamos muchísimo y es que nosotros podíamos cargar con el mundo entero y fingir que nada pasaba para que los demás estuvieran bien.
Entonces empezaron los cuestionamientos de tu esposa: ¿Por qué no pagas tú la despensa?, los gastos de la casa, la gasolina, la dinámica que tu y yo teníamos. Me di cuenta que como siempre, habías omitido muchas cosas, muchos temas.
Ella se quedo con tu celular y se lo pedí porque necesitaba organizar todo lo del trabajo y porque estaba casi segura que tus secretos iban a empezar a brotar uno a uno. Y si; generalmente quien busca encuentra. Me preguntó si sabía que tú le eras infiel, que astucia de mujer, cínicamente y con regocijo me voltee a decirle que, si mi mamá había terminado contigo y si todas las demás también lo habían hecho era justo por eso, que en realidad no sabía porque le sorprendía.
Y entonces como si las situaciones no fuesen suficiente me entere sobre mi enfermedad. El único que día que me sentí en calma fue cuando me lo notificaron; Camine por Ciudad universitaria. De pronto todos querían apoyar, pero mucho de ello eran palabras pues no lo hacían. Quien lo ayudó no aviso, solo lo hizo.
De las cosas mas doloras es que sabía de cierta forma que esa casa ya no volvería a ser igual, me despedí de mi habitación, y me protegí, cambie la chapa de mi puerta, saque todos nuestros documentos importantes, lleve a Gala a un lugar seguro y cerré ese sitio porque sabía que estaba próxima a no volver mas, algo te dice lo que está por pasar.
Recuperándome tu hermana me marco otra vez. Platicamos, me pregunto cómo estaba y fue directa; después de nuestras diferencias de hacía muchos años atrás, quizá creyó que no habría otro momento para confrontarme y me dijo que lamentaba mucho todo eso pero que no podía seguir platicando conmigo porque aún no había perdonado nuestras diferencias. En realidad, todos ellos son unos cobardes.
Recuperándome quise volver, pero las chapas estaban cambiadas. Le marque a mi tía Mónica y la indiferencia fue abismal “pues no se hija, no sé qué problema haya”.
Cuando inicie el proceso legal para recuperar mis cosas, todos creyeron que mi mamá me había incitado, que egocentrismo pensar que todo se trataba sobre el divorcio de ustedes y el rencor que mi mamá podría tener hacia ti, que ganas de subestimar la firmeza de mis decisiones. Una vez definidas todas las posturas, basadas en rumores y mentiras, solo quería mis cosas y terminar con eso.
Un día muchos meses antes de tu boda, me dijiste que yo era tu hija y que no tenía por qué cuidarte, que por eso te casabas, porque necesitabas que alguien te cuidara hasta el final.
Y cuando me enteré que yo estaba enferma,
te tome la palabra, no tendría que hacer algo que tu nunca hiciste por mí, lo
sabía y lo sabias.
Entonces cuando todo llego al punto mas alto, hubo un careo en el que pude
entrar a la casa. No había nada mío. Habían muebles, algunas cajas, cuadros, sillas pero lo curioso es que no había ni una sola foto mía, solo una bolsa con ropa y mis
libros. “Se robaron todo” ella decía. Nunca he conocido a un ladrón que tenga
afición por robarse marcos con fotografías.
Mi psicóloga dijo que tu esposa quiso
despersonificarme, pero, aunque yo desapareciera de este universo, nada cambiaría el hecho de que soy
tu hija.
Dice Café Tacuba: ¿Cuántas cosas más puedo guardar? ¿Cuántas cosas puedo atesorar? (...) ¿Cuánto espacio más quiero ocupar? ¿Cuántas cosas me puedo llevar? dulce tentación de dejarlo todo, dulce tentación regalarlo todo.
Dan lo mismo las cosas, todos nos vamos
a morir. Atesoramos bienes como si fuesen a irse al infinito con nosotros. Nada nos pertenece, ni si quiera nuestra vida, porque no sabemos a qué
hora nos llegara el fin.
.
. .
Llevaba un año viviendo con Paola, en
plena contingencia y fin del mundo.
Tiempos distintos momentos distantes; Ya llevábamos un rato silenciosa y pacíficamente mal. Me molestaba que no se levantara a tiempo, que no ordenara conmigo la casa, que no me dejara descansar los fines de semana, que no fuera responsable; que no se atendiera su ansiedad, que no quisiera volver al psicólogo, que no fuera suficiente todo.
El inicio del fin comenzó cuando cambiamos; ella cambio a un mejor trabajo, yo cambie el hacer por los demás lo que quería hacer por mi, encontré lo que deseaba hacer de mi vida y no planeaba dejarlo por mas difícil que fuera, por mas que tuviera que iniciar económicamente desde cero y por mas que los demás no estuvieran de acuerdo.
De pronto ya no fue como cuando iniciábamos esa relación. Las circunstancias habían girado al revés, ya no valía porque ya no tenía una vida estable como cuando nos conocimos; en las relaciones como en todo, el dinero si importa, el sexo si importa, el encierro si importa. Las cosas que no se dicen también importan.
Ante el tiempo y la carencia, la distancia se acentúo; El cambio fue abrupto. La tuve que acorralar en el baño para preguntarle que era lo que pasaba, ya lo sabía pero quería escucharlo de ella. Le pregunte si estaba segura de estar conmigo y me dijo “no sé”. Solo le di las gracias porque sabía que lo que se avecinaba seria implacable.
Entre ver cómo nos acomodábamos con el tiempo del departamento, yo sin donde ir y ella yendo y viniendo de la lejana casa de sus papás. Ella no cedió el espació del departamento, le interesaba estar todas las mañanas ahí.
Entonces así, ella estaba ahí por las mañanas y yo solo ocupaba el departamento para dormir. Me iba por los días a trabajar a casa de mi abuela, me sentía abrigada, sentía que dentro de todo lo que no tenía, al menos ahí había algo. Desde que dejamos de congeniar había pensado en mudarme, no soporto ser judío errante y es que muchos años de mi vida lo fui. Para seguir se necesita un espacio, un lugar.
Un día me cansé. Ante el silencio, lo decidí, tenía que leer sus redes sociales. Si ella no decía nada, si solo había mentiras, quería que saber que pasaba.
Y entonces lo encontré; mientras yo no estaba en la casa, ella tenía sexting con aquella chica, videollamadas sexuales, nada de home office.
Me sobrepasó. El engaño no me implicaba una traición, sentía una rara calma al saber que ella estaba enamorada. Paradójicamente hablar mal de mi fue el verdadero problema, ¿Cómo podría confiar si mi mejor amiga, mi novia y mi familia no me decía lo que pensaba, pero vendía su perspectiva de su vida basada en la mía por Instagram?, los escritos ahondaban sobre lo estática que soy, sobre como llevo mis procesos, sobre lo poco que he cambiado, que no he crecido y es que yo ya no era la novedad.
Aquellos párrafos que decían que ella
arreglo todo el tema de mi enfermedad y que ella fue la que estuvo ahí.
Después de mi primera biopsia le dije que podía irse, que sabía que eso sería difícil, que podía pasar que la enfermedad volviera otra vez. Dijo que no, que se quedaba, pero siempre tenemos opción.
"Daniela no sabe lo que quiere y no está haciendo nada por ella misma", "estamos remando en diferentes direcciones". Cuando dije basta, fue en "no entiendo si la vida le dio una segunda oportunidad como es que la está desperdiciando".
El mundo es increíble espectador de las carreras ajenas, pero no saben cómo duelen los músculos, como el esfuerzo de cada zancada te diezma, todo lo que cuesta recorrer metro con metro, todo el trabajo que cansa estar día con día.
Y vinieron varios procesos. Otra vez perdí una familia, ¿o ellos me habrán perdido?
Varios días después era viernes, era 29 de enero y estaba empacando la mudanza para volver a comenzar. Antes de dormir por última vez en ese departamento lo pensé; El claro del polo norte, ojalá el avión hubiera caído ahí, ojalá nos hubiéramos vuelto blancos y después desaparecer.
Al ver por ultima vez todo eso que construimos a contracorriente, pensé con mayor certeza; Paola y yo terminamos en el aeropuerto de Helsinki.
De Presencia a zozobra
(La primera vez que me sentí perdida)
Estaba en la formación, lista para avanzar hacía el salón, la maestra Paty se me acerco y me dijo que lo sentía mucho.
Mi abuelo partió un día después de
cinco años fatídicos de cuidados, mi mamá y mis tías dejaron medía alma
cuidándolo y los hombres aportaban económicamente o con su ausencia.
Mamá caminaba con carriola, Aaron
en ella, mochila de Daniela en hombros y bolsas de mandado camino con mi
abuelo.
Tenían que cambiarlo, asearlo,
darle de comer. Dejo de ser el hombre duro y se convirtió en un niño.
Probablemente es como la llegada de
sol, brilla con reservas en sus primeros halos, a lo largo del día va tomando
fuerza, para finalmente ahogarse en lo rojo del horizonte y culminar en tímidos
resplandores de un amarillo pálido, azulado.
Así bien, creo que ver el ocaso de
quien te dio la vida y verlo ser parte del tiempo es una experiencia
complicada.
Mamá vació sus atenciones cada
lunes y viernes en él. Muchas veces se le buscaba puesto que mis tías no sabían
cómo hacer ciertas cosas, mamá siempre ha tenido un don de ayudar y que al
final considero que es un tanto una maldición puesto que dejas una parte tuya
ahí.
Así que cuando Enrique partió a
otro sitio mi mamá se perdió en alguna parte. Es como en los libros de Haruki
Murakami, donde habla del mundo de aquí y del de allá, y en ambos tenemos un
homónimo.
Probablemente mamá se fue de
vacaciones a allá y yo me quede aquí.
Dejo de maquillarse, se cortó el
cabello, dejo de tener su estilo de vestimenta, dejo de importarle si su sala
estaba ordenada, si la comida estaba a tiempo y si Daniela hacía o no la tarea,
si cumplía, si estudiaba.
Después de años de tener su aliento
en mi nuca a cada instante, después de la perfección, de los constantes dieces,
de las boletas pulcras, de sus constantes reprimendas, su ausencia fue
desconcierto, fue intentarlo a solas, fue aprender a resolverlo, fue un camino
sin mapa.
Sal de la tierra
(Descripción de una foto)
Sebastiao Salgado, un fotoperiodista documental de conflictos al rededor del mundo, capto la imagen de un niño de alrededor de 8 años, solo sin familia, con una guitarra en la mano, descubierto de la parte inferior de su cuerpo y en compañía de su perro.
La sequía había llevado a gran
parte de ese pueblo, así ciertos grupos de apoyo llevaron a los restantes a las
orillas del Nilo azul. Había agua, pero no comida. Y la historia volvió a
comenzar.
Esta foto al igual que la anterior
son mis constantes recordatorias.
El niño con vista hacia el
horizonte, reiniciando una vez más, con determinación, con lo que tiene, con lo
que hay, porque sabe a dónde va, sin nada que perder.
Rojo
La ducha lista, el agua caliente evaporándose y cayendo gota tras gota, tras la gran ventana de aquel baño de filtraba el halo de luz que bañaba cálidamente esa habitación.
Aquel fin de semana mi prima Vero
me hacía compañía y solía sentarse en la tapa de la taza del escusado para
platicar conmigo mientras me bañaba.
Como suele suceder me dieron ganas
de hacer pipí y de un momento a otro el pánico me invadió; de mi entrepierna emergió
liquido rojo y la primera idea que llego a mi cabeza fue “no, no ahora, es muy
pronto”.
Mamá siempre abierta, siempre
informada, había tenido esa platica conmigo, nos había reunido a mis primas y a
mí en el baño y nos había enseñado como sirve una toalla sanitaria y como se
pone, que es un tampón y como colocarlo, que hacer en esos casos, como actuar.
Le dije a Vero lo que pasaba con lágrimas
en los ojos, ella siempre fuerte y protectora, tomo la toalla y metió su brazo
a la regadera para cerrar la llave y me ayudo a taparme, me dijo que todo
estaría bien y que no me preocupara.
Mamá llego unos minutos después de
unas compras y le contamos lo sucedido, me explico que la menstruación no viene
precisamente de la uretra que probablemente la coloración se debía a haber
comido betabel.
Respire con alivió. No estaba lista
para crecer y ser algo más que no fuera yo.
El Pastel
(Historia sobre una foto)
Apresurada, paso a la Esperanza a comprar un pastel para él.
Su cumpleaños es muy cercano al mío, hace mucho tiempo que no nos vemos, aunque hablamos todos los días.
Ha pasado mucho tiempo después de nuestros cumpleaños, pero aun yo no podía salir.
El no ha visto cuanto he cambiado y tampoco yo lo he visto a él, mientras me operaban, para ya no había remedio ni tratamiento, él dice que ni modo hay que volver a comenzar, me escribió mensajes antes de la operación, diciéndome que íbamos a estar bien, y si es con él, en cualquier universo voy a estar bien.
El es mi 2%, el es la esperanza cuando uno ya está caminando hacía Mictlán, a veces creo que no se fue porque no tiene perro que lo guíe o tal vez porque es una luz muy brillosa y tal vez allá aún hay suficiente luz.
Atravieso toda la ciudad, para llegar a su casa, vive hasta donde da vuelta el viento, pero no hay de otra, recorrería todos los km del universo por él.
Subo las escaleras y el me espera en el último piso, respiro profundo porque no sé qué hay más allá, pero qué más da. Me asomo, lo observo, lo veo nuevo, pero sigue siendo el. Nos abrazamos y no ha pasado nada, somos lo mismo y todo esta bien.
Nos reímos, platicamos, decimos las mismas idioteces de siempre, nos burlamos de la vida porque no ha logrado salirse con la suya y aunque el no sabe bailar, lo bailado nadie nos lo quita.
Su mamá sube con el pastel y descubrimos que tiene lunetas adentro, llevo mi cámara instantánea y le tomo una foto con sus papás, se las regalo.
Tomo de inmediato otra justo cuando el, siempre terco, siempre firme, siempre hábil, toma con sus muñones el cuchillo y parte ese pastel. 29 años en este planeta, y el primero después de regresar de aquella tormenta.
Sonríe, esta feliz de verme y yo soy la mas dichosa de volverlo a ver. Es mi mejor amigo, es mi hermano, es mi barbón, mi bebé, es mi Oscar.
Daniela / Celeste
(Sobre el porque de mi nombre o porque lo tengo)
Llaman a la puerta, pauso el lavado
de platos y atiendo a ella. En la entrada hace una señora contemporánea a mi
madre y acampándole una joven de mi edad.
Me saluda de forma educada y
mientras me seco las manos de lavar platos le respondo igual.
Extrañe de un bolso discreto un
ejemplar en tamaño esquela de sus creencias,
Ataláyala se titula aquella portada
y enseguida la pregunta ¿está cerca el fin del mundo?, ni idea.
Sonríe con complicidad, pero no
creo que seamos afines, yo solo creo en la suerte que revelan las paletas de
manitas o en el ratón de los dientes, así intento devolverle el gesto de forma
indulgente.
Ella comienza con entusiasmo el
proselitismo de aquella campaña política, me pregunta mi nombre a lo cual le
respondo que Daniela y ella se aproxima a decirme que si se lo que significa,
le digo que sí, “mi juez es Dios” y ella sonríe complacida, le digo que como
justo solo él es mi juez lo demás ya está dicho, así que le agradezco compartir
su información, pero las labores me esperan.
El espectáculo se esfuma y me
agradece decepcionada.
Me detengo a pensarlo y sí, hablé
de un tercero como si desayunara todo el tempo con él, soy una cínica, no
conozco a mi juez, ni si quiera se quién es Dios.
Celeste.
Leonora, la leona era madre de
Enrique, mejor conocido como Abuelo.
Ella, cantante de opera es un
recuerdo dulce de mi madre y sus paseos al desierto de los leones a hacer
picnic.
Celeste era su segundo nombre y así
mamá decidió llamarme de esa forma.
Siempre he sido objeto del famoso a
quien quiera Azul Celeste que le cueste, sin embargo, aunque me parece
ciertamente cursi, amo ese nombre, pues habla de una de las cosas que mas me
gustan, el universo y su firmamento.
Hay una luz que nunca se va
(Biografía)
Soy la hija de la nada y de los restos de la esperanza.
El invierno me abrazo con su ultimo
esfuerzo antes de perecer y me dio la bienvenida en los días más fríos de
enero. Un 29 que fue casi un 30, el evento de ese año, el inicio de otra década.
Soy esa carrera de velocidad en la
primaria, soy la que patina sin desistir, la de las barbies y las pistolas de
dardos. La de los bailables en los festivales y los disfraces originales. Las
maquetas perfectas y las tareas relucientes. La de nadar hasta las boyas y
volver a toda velocidad por miedo a no saber que hay en el mar.
La impaciente que desarmaba sus
juguetes para saber cómo funcionaban, siempre curiosa, siempre atenta a
respuestas, siempre presente con preguntas.
La del papá de medio tiempo y el
padrastro que sabe ser papá. La de muchas abuelas, la de mucha familia.
Soy la no sabía trepar los tubos de
los juegos y la que tenia y tiene miedo a la obscuridad y a las alturas, la que
le teme al coco y a las cosas que no son tangibles.
La que le gritaba a su mamá en la
madrugada de tormentas o de pesadillas y que recibía como respuesta “tenle
miedo a lo tangible”, “piensa en cosas bonitas”.
La que creció a palos en la
secundaria, la que perdió a su mamá en una depresión que aun continua, la que se
escondía en un uniforme enorme, la delgada con lentes, el patito feo, la que
descubrió la música en esa época y la volvió su refugio ante la soledad.
La que se escondía en la velocidad
de sus pies, siempre corriendo, siempre yendo.
La de los libros interminables en
el metro camino hacia la prepa y el excesivo ejercicio, la que se encontró con
los suyos y con el amor propio entre ropas nuevas y cambios de piel, la de la
patineta, la de la cámara y el accidente fotográfico, la que encontró el primer
amor bajo la lluvia entre los muros de Mario Pani y su interminable Tlatelolco.
La que perdió departamentos, la que
vivió ajena y en mudanzas ante la ausencia parental y creció alojada en los
sueños para resistir.
La que se baño el alma todas las
mañanas por diez semestres en ciudad universitaria, la que durmió en esos
pastos y se acogió en una nueva casa,la que se alojó en los muros de O Gorman y
de Villagrán.
La que se enamoró de la paisajista,
la que amo, mitifico y se disipó ante ello. La que intento una y otra vez el
amor, la que no cedió. La que veía pasar el tiempo en los restiradores sin
entender concretamente que era la vida y a donde iba. La que no encaja en los
planes sociales, la que no sabe llevar agenda, la que recuerda con amor lo
importante y lo imprescindible se lo deja al camino.
La del futuro prometedor, la
titulada eficazmente y a la brevedad, la del despacho aquí y allá. La que no
sabía lo que hacía en donde ya hacía.
La de la conciliación y el retorno,
la de la semejanza con su padre y la disyuntiva hacía el.
La que se despidió de Lichita para
no verla más.
La medio judío la medio no, la
medio aquí y la de allá a medias. La de Santa Julia y San Rafael.
La que lo tuvo todo sin saber que,
la que disfruto de lo efímero y enmarco lo momentáneo.
La que fue jauría con Gala y a Max,
la que le pidió al universo dejara ir a Max y tomo una decisión.
La que piso otras tierras y se
perdió en la nieve, en Kandinsky, en la brisa, en la falsa indulgencia del
patriarca, en lo que fue y no.
La del mejor amigo con 2% de
posibilidades de sobrevivir.
La de la carretera en Hidalgo, la
del amor bonito, la de las promesas firmes y la lealtad recia, la de la
expectativa y la creación. La de 16 kg de mochila y km caminados, la de país
tras país, la de decidir entre el bien económico o el bien propio.
La del Ferry a Turku. La de la
llamada y la espera, la de la vuelta de emergencia a México. La que cruzo por el
polo norte y 14 horas de vuelo. La de la sorpresa y la Raza, la de la
encefalitis y la responsabilidad ajena.
La de sobar al postrado en la cama
y dormir haciéndole guardia. La espectadora del coma y la muerte.
La que creyó que todo ha terminado
y solo ha empezado. La del nódulo que no era nódulo. La de la biopsia con el
resultado positivo. La del retorno a Ciudad Universitaria y la Navidad
expectante. La de los días contados.
La de la operación con 2% de
probabilidades de fallar y que fallo.
La de la recaída, la que tomó la
mano del cirujano plástico y le dijo más que como una súplica como un decreto que
tenía muchas cosas que hacer.
La que despertó de la anestesia con
antojo de Nuggets. La de las cicatrices grandes pero la recuperación precisa,
la que no tiene costillas, pero tiene muchos motivos. La de las radioterapias,
la de los puñados de cabellos rubios en sus manos y la cómplice de mujeres
mastectomizadas.
La de 10 kilos menos, pero sin
perder el estilo, la que tiene buro de crédito, pero muchos amigos que donaron,
la que su familia la vendió con su madrastra, pero que fue acogida por otras
familias.
La que mira expectante el
firmamento y renace en la obscuridad de Hollbox.
La que no llego a tiempo con Gala,
la que formó una familia y renació en la pandemia, la que con duda recibió a
Simona, a la que vio y no quiso ver. A la que no le duró el gusto pues percibió
el cambio de estación y se mudó de ese corazón.
La que ante la sorpresa del engaño
vació sus cajones y su buró. La que reinició.
La que siempre reinicia como sea y
donde sea, la que tiene lo justo, la que se empapa, pero no se dobla ante la
marea, la que se sienta al lado de su yo de 7 años y se reencuentra. La que
sueña con sueños y esperanzas.
La que desayuna con la muerte, la que
abraza con fuerza, la que dice la verdad, la que ama con las entrañas, la que
no desiste, la zurda, la que pelea, la que no se hinca, la que sueña con
revelaciones, la que admira al y respeta la infinidad del universo, la que no
codicia, la de la luz que nunca se va.
El Pasillo
(Mi juguete favorito)
No fue un juguete en particular o
algún obsequio los que me llevaran a convivir todos los días después de la
escuela en aquel espacio.
Apresurados, llegábamos después de
clases a colgar nuestros uniformes. Mamá tenía lista la comida y si teníamos
buena suerte, la tarea era poca y no tocaban las épocas de exámenes o los 30
fatídicos minutos de leerle a la patrona el periódico, mientras ella lavaba los
platos para mejorar mi dicción.
Entonces íbamos saliendo de cada
una de las correspondientes puertas, como si hubiera un acuerdo implícito.
Vivíamos en el centro de la ciudad
y entonces aún no había desarrollos modernos los cuales cuentan con Roof Garden
y amenidades, sin embargo, a nosotros nos bastaba con ese largo pasillo que
culminaba en una estancia la cual conectaba con unas amplias escaleras a los
demás niveles al cual le llamábamos “el cuadrito”, era ese sitio donde
terminaban de perseguirnos los Velocirraptores, la meta de nuestras carreritas
o hasta donde llegaba nuestra balsa en un mar de lava.
Ahí mismo, en el, iniciaba la larga
lista de colores cuando jugábamos a listones o el circulo que formulábamos con la
infinidad de países existentes en Stop.
Éramos cuatro; Martín, Diana, Jorge
y yo. Y eventualmente cuando mi hermano fue un poco mas grande se unió a
nuestros juegos.
Viajábamos en una maquina a través
del tiempo, aprendimos a patinar tomándonos de las paredes de ese angosto pero
prolongado pasillo, yo solía imaginar que competía en patinaje de velocidad y
que estaba en las olimpiadas. Andábamos en patín del diablo, jugábamos al
futbol, de mal tino le pegábamos a las puertas de los vecinos sin querer, y
huíamos para evitar que nos reprendieran. También jugábamos indiscriminadamente
con barbies, soldaditos, la cocinita y pistolas con dardos.
Nunca hubo grandes diferencias,
solo puntos de encuentro entre las aficiones de los unos y los otros.
Planteamos un calendario en el cual nos tocaba a cada uno, escoger ciertos días
de la semana que juegos íbamos a jugar. Cada quien pedía su predilecto, vivíamos
a través de cada etapa que pasaba por cada uno de nosotros, desde jugar a los
Powers Rangers, hasta bailar Sapito.
Eventualmente fuimos creciendo, y
fui la primera en partir por la adolescencia y los deberes que eran mas
variados. El calendario se quedo hasta que uno a uno los días se fueron
vaciando.
Aun ahora puedo cerrar los ojos y
se escuchan nuestras risas, gritos y pisadas veloces a través de aquel pasillo.